Los seres humanos cuando iniciamos
nuestro proceso de socialización vamos adquiriendo del entorno una serie de valores que se hacen importantes a lo largo de nuestra
vida, tal es el caso de la generosidad,
la amabilidad,
el respeto, la sinceridad, la tolerancia, la perseverancia... Si las figuras de
autoridad no muestran estos valores en su vida diaria, será complicado que los
niños puedan desarrollarlos. Es fundamental ser consciente del impacto que
tiene nuestro ejemplo en la educación de nuestros hijos.
Se ha demostrado que el comportamiento de los padres tiene más impacto que las palabras.
Si un padre pide al niño que sea generoso, pero él no realiza el acto de compartir,
difícilmente podrá adquirir el niño el
valor de la generosidad. Ser congruente es fundamental. No podemos exigir
aquello que nosotros mismos no realizamos. El ejemplo no sólo está relacionado
con trato con otras personas sino que se refiere a cualquier acción de la vida
y nuestros hijos aprenderán de cualquier
acto que realicemos. Si bien es cierto que no hay una edad para comenzar a
predicar con el ejemplo, desde edades tempranas los niños observan a sus padres
como si se estuvieran mirando en un espejo. Educar en el ejemplo más que
una forma de educación, es un estilo de vida que los niños adquirirán, por ello
las personas adultas, deben ser cuidadosos con sus comportamientos.
Asimismo es necesario disponer de tiempo para los hijos y dedicarnos a inculcarles valores
que les servirán de herramientas durante el desarrollo de su vida. Los padres
deben ser conscientes que son observados por sus hijos, por lo
tanto, si pierden la paciencia en un momento determinado y no controlan las palabras, sus hijos estarán archivando en su memoria esa reacción.
El ejemplo es la mejor herramienta educativa con que cuenta
la familia.
La familia es escuela de vida y los padres, educadores
naturales. La familia brinda desde el nacimiento los estímulos que
satisfacen las necesidades emocionales, al tiempo que se garantiza el desarrollo psíquico
y físico de los pequeños. En la familia se adquieren el lenguaje, la afectividad, la identidad personal, las primeras
destrezas musculares…Las relaciones que
se establecen entre padres e hijos constituyen la fuente principal de la que
emanan los aprendizajes emocionales, sociales y morales. Los conocimientos, habilidades y
actitudes se ofrecen tempranamente en el seno familiar en gran medida a través del ejemplo. Aun sin
pretenderlo, el comportamiento de los progenitores aparece ante los hijos como
referencia o base de su conducta, de forma espontánea los padres se presentan
como modelos.
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