Cuando colocamos en primer lugar a nuestra pareja o
buscamos satisfacer las necesidades de las demás personas antes que las
nuestras, corremos el riesgo de transformarnos en personas manipulables, ya que
estas características nos hacen vulnerables a quienes traten de dominarnos. Cuando
actuamos bajo el efecto de la manipulación solemos decir frases como: “lo hago
porque el otro lo necesita”, “lo hago porque le debo tanto”, “lo hago porque sé
que él o ella lo valora”.
Las personas que son manipuladas parten de su buena
actitud; sin embargo, los excesivos deseos de ayudar al otro los puede
convertir en sus víctimas, ya que ellos no se encuentran correctamente ubicados
en su lista de prioridades. Es preciso recordar que el manipulador no elige a
cualquiera, sino a aquellos que pueden darle un beneficio; esta es la razón por
la que, si bien no es malo dar, debemos ser más selectivos a la hora de
hacerlo, tenemos que aprender a dar inteligentemente, sin sentir culpa de
preguntarnos: “¿realmente estoy haciendo (o voy a hacer) esto porque quiero?”.
A veces, poner al otro en primer lugar puede estar ocultando una búsqueda de
reconocimiento, la necesidad de validación a cualquier precio, y esto puede hacernos,
efectivamente vulnerables.
Entre las víctimas de la manipulación encontramos a
muchas mujeres manipuladas por su pareja que explican: “es que lo amo
demasiado”, “me da pena dejarlo”. En estos casos, posiblemente la idealización
sea la que no les permite ver la realidad. También podemos citar a las madres
culposas, que no pueden accionar para
ellas, sino que sienten que “se deben” absolutamente a su familia. Existen también muchos casos en que personas
excesivamente responsables se combinan explosivamente con un jefe manipulador
que abusa de su sentido de la responsabilidad y puede sobrecargarlas. No
debemos exponernos, los manipuladores estudian a las personas en busca de su
vulnerabilidad, de su debilidad, y suelen tener como objetivo a individuos
codependientes, crédulos, personas llenas de culpa, que priorizan la amabilidad
a su propia dignidad, gente a la que le cuesta decir “No” y que le tema a la
confrontación.
Está en nosotros elegir no sacrificar nuestra
dignidad; este en un valor que alimenta nuestra estima y nos llevará en la
dirección correcta. Aprender a cuidarnos es un trabajo difícil, pero no
imposible. Por eso, decir “No” cuando es necesario no está mal. Si logramos
evaluar nuestras motivaciones y deshacernos de los espejismos, tendremos gran
parte de la batalla ganada.
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