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lunes, 27 de febrero de 2017

EVITANDO LA MANIPULACIÓN.

Cuando colocamos en primer lugar a nuestra pareja o buscamos satisfacer las necesidades de las demás personas antes que las nuestras, corremos el riesgo de transformarnos en personas manipulables, ya que estas características nos hacen vulnerables a quienes traten de dominarnos. Cuando actuamos bajo el efecto de la manipulación solemos decir frases como: “lo hago porque el otro lo necesita”, “lo hago porque le debo tanto”, “lo hago porque sé que él o ella lo valora”.

Las personas que son manipuladas parten de su buena actitud; sin embargo, los excesivos deseos de ayudar al otro los puede convertir en sus víctimas, ya que ellos no se encuentran correctamente ubicados en su lista de prioridades. Es preciso recordar que el manipulador no elige a cualquiera, sino a aquellos que pueden darle un beneficio; esta es la razón por la que, si bien no es malo dar, debemos ser más selectivos a la hora de hacerlo, tenemos que aprender a dar inteligentemente, sin sentir culpa de preguntarnos: “¿realmente estoy haciendo (o voy a hacer) esto porque quiero?”. A veces, poner al otro en primer lugar puede estar ocultando una búsqueda de reconocimiento, la necesidad de validación a cualquier precio, y esto puede hacernos, efectivamente vulnerables.

Entre las víctimas de la manipulación encontramos a muchas mujeres manipuladas por su pareja que explican: “es que lo amo demasiado”, “me da pena dejarlo”. En estos casos, posiblemente la idealización sea la que no les permite ver la realidad. También podemos citar a las madres culposas,  que no pueden accionar para ellas, sino que sienten que “se deben” absolutamente a su familia. Existen también muchos casos en que personas excesivamente responsables se combinan explosivamente con un jefe manipulador que abusa de su sentido de la responsabilidad y puede sobrecargarlas. No debemos exponernos, los manipuladores estudian a las personas en busca de su vulnerabilidad, de su debilidad, y suelen tener como objetivo a individuos codependientes, crédulos, personas llenas de culpa, que priorizan la amabilidad a su propia dignidad, gente a la que le cuesta decir “No” y que le tema a la confrontación.


Está en nosotros elegir no sacrificar nuestra dignidad; este en un valor que alimenta nuestra estima y nos llevará en la dirección correcta. Aprender a cuidarnos es un trabajo difícil, pero no imposible. Por eso, decir “No” cuando es necesario no está mal. Si logramos evaluar nuestras motivaciones y deshacernos de los espejismos, tendremos gran parte de la batalla ganada.

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